Es jueves, son las 6 de la tarde y estamos en casa sin ganas de estar ahí. No hay nada bueno en el cine, el billar no nos llamó la atención, parecía que la lluvia se aproximaba por lo que el minigolf no era opción... aburridas, aburridas, aburridas.
Tomamos nuestros celulares y empezamos a buscar números de cuates que posiblemente se unirían al plan de una chelas tranquis o un juego de dominó. Mientras pasábamos por todos los nombres, y después de varias negativas con diferentes pretextos que iban desde mañana tengo clase a las 7 hasta el ¡qué hueva!, decidimos que si queríamos hacer algo, tendríamos que ser sólo nosotras dos.
Ir a un bar sonaba bien, ambas queríamos una chela, pero no decidíamos cual era el lugar adecuado para pasar nuestra tarde con la misma persona con la que habíamos pasado todo el día, pero ahora con una chela en mano.
Nos dimos cuenta que no tenemos un bar predilecto y que gracias a la "maravillosa" ley antitabaco, nuestras reuniones se habían vuelto mayormente caseras. Ahí fue cuando decidimos ir en busca del bar predilecto, ese lugar que cualquier jueves, cómo ese jueves, sea nuestra base para salir, cuando lo que queremos es no quedarnos en casa.
Y esta es la historia de la búsqueda de nuestro bar predilecto, y de nueva gente que no tenga clase de 7 o hueva de salir en jueves.
viernes, 27 de febrero de 2009
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